A finales del año pasado tuve un duelo muy grande... un día como cualquier otro desperté y sentí que algo había cambiado. El olor a muerte había estado ahí por mucho tiempo pero fue hasta esa mañana que lo sentí. Miré a mi alrededor y distinguí un cuerpo enorme, flaco... yacía en el piso en posición fetal... me acerqué y su piel estaba seca. Lo toqué y ni atisbo de vida quedaba en él. Su rostro parecía dormitar... pero él ya no estaba ahí. Hacía mucho que había muerto y yo no había podido aceptarlo. Mi dragón el de las grandes alas se cansó de esperar que le permitiera volar... sus ansias eran tales que la pena de no poder hacerlo, consumieron sus ganas de vivir. Murió y fue por que yo no estaba preparada para dejarle ser, tenía miedo de que se volviera tan grande y poderoso que no pudiera controlarlo.
Ese día me sentí culpable, fracasada y hasta miope. ¿Cómo pude haberle limitado de esa manera? Pero me di cuenta que no fue mi culpa, ni había sido un fracaso... simplemente 5 años antes pasó algo tan importante en mi vida que lo cambió todo: mi hija. Antes de ella yo vivía por mi dragón, lo encontré un día de casualidad y decidí cuidar de él desde que era ese huevo hermoso e imponente. No sabía exactamente qué era hasta que salió de él. En esa época todo era para él, mi tiempo y mis desvelos. Tenía miedo de que otras personas cuidaran de él y no supieran tratarlo. Le permitía volar pero no tan alto, fui sobreprotectora y el resultado fue devastador. Un dragón tiene tal naturaleza para volar muy alto, y cada vez supera sus propios limites. Cuando no se le permite ese desarrollo natural, entonces empieza a morir. Para ellos es mejor morir que volar a medias.
Mi dragón tiene nombre y se llama REDICOS. Gracias a él y lo que me pasó hoy me es tan fácil reconocer a otros dragones por ahí... saberles felices o frustrados... hay personas que tienen un dragón y ni siquiera se han dado cuenta!! Entonces yo les aviso: es como si al hablarles de su dragón por primera vez, ¡éste se vuelve visible!... sí, no les había dicho, pero los dragones existen aunque la mayoría de veces no les podamos ver. Yo tuve suerte de verle pero aún así no le di lo que necesitaba. Hay quienes nunca los ven, mueren y nunca saben qué tuvieron un dragón en sus vidas. Es mejor así, la ignorancia tiene su lado paliativo.. el que no sabe, es como el que no siente.
Y de esa manera pasé del duelo a la aceptación, y de la aceptación a la superación. ¿Cómo convertir toda esa experiencia adquirida en algo positivo? Me di cuenta que mi dragón murió pero yo no morí con él... y así como encontré ese huevo de dragón una vez, tengo ese talento para encontrar muchos más o ayudar a otros a cuidar de sus dragones. Me di cuenta además que es mi naturaleza la de ayudar y me satisface mucho ver a otros mejorar... y es así como le estoy dando un giro a mi vida, más equilibrado y lleno de satisfacciones.
Comments